Si llego a dictar este semestre mi seminario sobre poesía, uno de los principales temas a debatir será el de la importancia (mucha o poca) que tiene la significación en la poesía. A mi juicio, la significación es enteramente secundaria, incluso con la centralidad que en el poema tiene la palabra. Habrá que discutir entonces con Adorno y con otros teóricos del arte como Theodor A. Meyer, de quien dice Adorno que demostró que a los poemas no les corresponde una intuición sensible de lo que dicen, y que su concreción consiste más bien en su figura lingüística y no en la impresión óptica que han de causar.* No estoy seguro de que Meyer le dé tanta importancia a lo conceptual como pretende Adorno, pero, aun si no fuese así, reducir la sensibilidad poética a una mera impresión óptica parece un malentendido entre vanguardistas y antivanguardistas.
"Figura lingüística"; ciertamente eso es lo esencial en el poema. Yo la he estado llamando "imagen lingüística". Con ello no se refiere, en ningún caso, únicamente a las líneas que forman una palabra, pero Adorno da el salto directamente al concepto, a la significación, que para él es lo más concreto. Como buen hegeliano, el concepto (lo más abstracto en apariencia) es en realidad lo más concreto; no así lo sensible. La otra manera de entenderla es un poco menos apresurada y empieza por valorar más lo sensible desde su origen musical (recuérdese la célebre carta de Schiller a Goethe sobre la inspiración**), para luego pasar a un análisis del rol primordial de la intuición y de la imaginación, y finalmente llegar a la conceptualidad como un elemento secundario aunque no por ello poco importante.
El tema es complejo pero es necesario abordarlo, pues únicamente en medio de él puede articularse una comprensión ontológica sobre la naturaleza de la poesía, y no sólo de la poesía.
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* El libro de Meyer al que se refiere Adorno tanto en su Teoría estética como en sus Notas sobre literatura se titula: La ley estilística de la poesía (Das Stilgesetz der Poesie, Leipzig, 1901).
** En ella Schiller le escribe: "Se da previamente una especie de disposición musical del ánimo, y sólo después surge en mí la idea poética". En este sentido, se comprenderá que reconozcamos nuestra filiación con los poetas románticos, que creían necesario el vínculo entre poesía y filosofía, pero que no tenían duda alguna sobre la prioridad ontológica de la poesía. Nietzsche y Heidegger, de distintas maneras, siguieron también esa línea.
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