miércoles, 2 de octubre de 2013

De Abraham a Sísifo: Albert Camus, lector de Kierkegaard (sumilla)



Este jueves inician las Jornadas Kierkegaard en Argentina, que se realizan anualmente pero que este año, celebrando el bicentenario del danés, estarán dedicadas a repasar su influencia en la filosofía, el cine, la literatura y la teología. Hace años que estaba invitado a participar pero las veces que visité Buenos Aires no coincidí con las fechas. Este año, finalmente, presentaré una ponencia dedicada a la lectura de Kierkegaard por parte de Camus, en torno al absurdo y qué tanto se permite uno sacrificar la vida por las ideas. Si acaso sea de su interés, la sumilla es la siguiente:


De Abraham a Sísifo: Albert Camus, lector de Kierkegaard

Arturo Rivas Seminario

A pesar de partir de un mismo suelo, el del sinsentido último de la existencia, las filosofías de Søren Kierkegaard y de Albert Camus responden de modos distintos a dicho problema, al punto de haber sido consideradas como exactamente inversas la una respecto de la otra. Esta consideración es acertada. Camus toma distancia de la solución kierkegaardiana de la fe religiosa –expresada, como se sabe, en la figura de Abraham– porque proviene de una línea distinta: la de la crítica de la metafísica y de la confianza moderna en la razón llevada a cabo por Nietzsche, filósofo que lo acompañó desde sus lecciones escolares con Jean Grenier hasta el momento mismo de su muerte. La fe no es una salida para Nietzsche, que la encuentra más bien en el vitalismo de los griegos. Lo mismo ocurre con Camus: una conexión originaria –fundamentalmente sensible– con el Mediterráneo, lo termina alejando de Kierkegaard tanto como lo aproxima al autor de Zarathustra. Es comprensible por tanto que su paradigma no sea Abraham, el padre de la fe, sino Sísifo, el titán que encuentra su felicidad en el repetitivo e inútil trabajo al que lo ha condenado Zeus. La ponencia aborda las similitudes y diferencias entre ambos pensadores de la existencia, para sostener que la lectura de Camus no es sólo la de alguien que discrepa, sino de quien tiene también una máxima cercanía, aunque en la dirección opuesta: de la religión a la estética. Se trata, asimismo, de dos modos de asumir el romanticismo; resolviendo sus hiatos con la posibilidad de ser radicalmente consciente y no obstante feliz, por el lado de Camus, y permaneciendo más cerca del piadoso sacrificio romántico, por parte de Kierkegaard.