lunes, 5 de enero de 2009

El conservadurismo político del último Beethoven ("Beethoven after Napoleon" de Stephen Rumph)


"Beethoven era un compositor político. Como pocos otros músicos en el canon occidental, él dedicó tercamente su arte a los problemas de la libertad, la justicia, el progreso y la comunidad humana". Así comienza Stephen Rumph, profesor asistente de Historia de la Música en la Universidad de Washington (Seattle), su innovador y provocativo estudio sobre la orientación política de Beethoven en su llamado estilo musical tardío.

El libro es innovador porque hasta ahora sólo se había observado la orientación liberal del compositor propia de su ideal romántico libertario e ilustrado, pero el autor demuestra que se incurría en un error al considerar que dicha orientación fue invariable a pesar del conocido quiebre estético de sus últimas obras. Claro que estética y política no tienen que estar siempre vinculadas, y Rumph lo sabe; por ello su tarea primordial fue la de aclarar la necesidad de esa relación en el caso de Beethoven. El autor logra sobradamente este cometido a la vez que fundamenta la tesis de que el estilo tardío del compositor se corresponde con un giro importante en sus concepciones políticas, adoptando una postura que Rumph llama conservadora.

De este modo, si bien obras paradigmáticas como su sinfonía Eroica o su ópera Fidelio representan los ideales de la Revolución francesa que tanto impactaron en el compositor (los ideales ilustrados y revolucionarios de la libertad, del progreso racional y espiritual y del humanismo), especialmente expresados en la figura de Napoleón como el héroe de la libertad, igualdad y fraternidad humanas, durante su estilo tardío, el de las obras posteriores a su Novena Sinfonía, tendríamos en cambio a un Beethoven profundamente desengañado con esos mismos ideales y con Napoleón. Rumph sostiene que esas últimas obras son afines con una ideología alemana nacionalista que exalta la idea de una decadencia espiritual y de un progreso histórico necesario (nostalgia y vanguardismo), y que exalta la religiosidad y la unidad orgánica de la comunidad como fundamentos del Estado. El punto de quiebre sería la situación de crisis política y económica en la que se sumió Europa como consecuencia de las guerras napoleónicas, situación que ciertamente marcó un antes y un después en la percepción que muchos pensadores y artistas tuvieron de Napoleón y de los ideales burgueses. Rumph concluye acertadamente que la nueva actitud de Beethoven no fue una retirada pesimista (si se entiende pesimismo como abandono), sino una afirmación positiva de nuevos ideales conservadores.

Lo que no queda claro es el por qué de la primacía que el autor parece darle a lo político en el sentido de considerarlo como causante del giro musical. Es cierto que la de Beethoven es una música idealista, es decir, que busca expresar las ideas por las cuales se determina, como por ejemplo la libertad, pero eso no tiene por qué llevar a lo anterior. Con todo, este tipo de interpretación es muy frecuente en estudios historicistas como éste, pero casi siempre es igual de insostenible e innecesaria, porque no puede llegar a demostrarse que la perspectiva histórica determine a la espiritual (y que no sea el caso a la inversa), y porque basta con señalar la complementariedad de los dos ámbitos en la vida y obra del artista. Esto último es lo más importante que logra hacer Rumph respecto al romanticismo tardío de Beethoven y, en vista de sus consecuencias, no es poca cosa.

La consecuencia general más importante que se extrae de este estudio es la ambivalencia que presenta el arte romántico entre liberalismo y conservadurismo, particularmente en lo que a política se refiere. El primer acierto del libro de Rumph está en no considerar que ese giro suponga un abandono o una salida del Romanticismo, sino que, al contrario, constituye una afirmación distinta del mismo. Es en cierto modo llevarlo a sus últimas consecuencias a través de unos ideales conservadores o, si se prefiere, reaccionarios. La tesis es polémica, pero permite en su rigurosidad comprender el surgimiento de una música como la de Wagner, otro caso dentro del Romanticismo tardío en el que música y política tienen un vínculo importante debido a la concepción estética del compositor. Wagner, que se creía un fiel continuador de Beethoven (léase por ejemplo su estudio sobre él), habría visto en ciernes ese nacionalismo antiliberal en la música final de su maestro y quiso que su propia música, concebida ya como "obra de arte total", significara un afianzamiento del mismo en la cultura alemana. No era un capricho, pues, que Wagner haya reclamado una filiación espiritual con Beethoven, pero hasta esta publicación sólo se podía fundamentar esto en un sentido estrictamente técnico de la música y no en la integralidad que tenía el arte musical para ambos compositores; es decir, en una ontología musical que incluyese a lo político como uno de sus elementos centrales. Así, con este libro, el profesor Rumph revalora indirectamente el lugar y la influencia del estilo tardío de Beethoven sobre un nacionalismo alemán que se originó en torno al Romanticismo y que se extendió hasta el acabamiento del tercer Reich.

Una observación final cabría justamente sobre esta dualidad de la música con la política, y es que este libro demuestra con eficacia la perfecta compatibilidad que puede haber entre una música vanguardista y un pensamiento reaccionario, sin que tenga que haber una relación inequívoca entre vanguardia y revolución, como la quería Adorno para reforzar el carácter revolucionario (tanto estética como sociopolíticamente hablando) de la "nueva música"; el cual, desde otra perspectiva, podría ser visto más bien como un carácter reaccionario por su alejamiento del vitalismo. Por otro lado, hay también elementos que perduraron en este Romanticismo tardío desde la Ilustración, aunque con una formulación o sentidos distintos, como la noción misma de progreso o la confianza en la educación, y es preciso prestarles especial atención.

Por todo ello, el de Rumph es un libro valioso que debe leerse y que ojalá sea un aliciente para que otros estudiosos de la música revisen la relación entre ella y la política más allá incluso de los compositores románticos. A final de cuentas, estética y política son dos aspectos esenciales (ontológicos) de lo humano, y no están tan distanciados como pudiera superficialmente pensarse, aunque tampoco pueda reducirse el uno dentro del otro.

Para mayores detalles sobre el libro, véase la página web de la University of California Press.


Rumph, Stephen, Beethoven after Napoleon. Political Romanticism in the Late Works, Berkeley: University of California Press, 2004, 304 p.

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