lunes, 30 de marzo de 2009

Arte y Filosofía: Ciclo de conferencias


Del 20 de abril al 1° de junio, el Centro de Estudios Filosóficos de la PUCP y el Goethe-Institut de Lima organizan un ciclo de conferencias sobre la relación entre el arte y la filosofía. Recomiendo especialmente las conferencias de Ciro Alegría y de Julio del Valle. El programa es el siguiente:

20 de abril “Arte y verdad en la hermenéutica filosófica de Hans-Georg Gadamer” por Cecilia Monteagudo

27 de abril "La filosofía como género literario" por Alberto Benavides

11 de mayo “Para una genealogía del arte” por Ciro Alegría

18 de mayo "Alma, imagen, memoria" por Victor J. Krebs

25 de mayo "Tornar el tiempo complejo. Ensayo sobre el anacronismo y el arte" por Kathia Hanza

1 de junio "El arte como reflexión. Nicolás Poussin y la pintura de la temporalidad" por Julio del Valle

“Arte y filosofía”. Ciclo de conferencias en el Goethe-Institut
Fechas: 20 y 27 de abril; 11, 18 y 25 de mayo; 1 de junio
Hora: 7:00 p.m. Lugar: Auditorio del Goethe-Institut de Lima, Jr. Nazca 722, Jesús María
Ingreso libre.

De Chirico, La conquista del filósofo (1914)

martes, 24 de marzo de 2009

Actualizado: Seminario-taller de filosofía de la música desde el 16 de abril


Todos los jueves, del 16 de abril al 25 de junio próximos, de 12 a 2 p.m., dirigiré por segunda vez mi Seminario-taller de filosofía de la música organizado por el Centro Federado de Estudios Generales Letras de la Pontificia Universidad Católica del Perú.

El seminario constará de doce sesiones, ocho de las cuales se dedicarán al análisis temático, acompañado de la apreciación de algunas obras de música académica, de cómo distintos filósofos han comprendido el arte musical dentro de sus propios sistemas filosóficos, siguiendo especialmente dos líneas interpretativas que serán planteadas a lo largo del seminario. Las cuatro sesiones restantes estarán dedicadas al taller, en el cual se examinará, con las herramientas previamente desarrolladas, los géneros e intérpretes de música popular que los participantes elijan analizar.

Informes e inscripciones: Centro Federado de Estudios Generales Letras PUCP
Las vacantes son limitadas.
Consultas al correo electrónico:
rivas.ars@gmail.com

viernes, 20 de marzo de 2009

El canto de Blanca (Luis Jaime Cisneros)



Por: Luis Jaime Cisneros Vizquerra

El estridente silencio al que nos convoca la muerte de Blanca Varela dice claramente cuánto significaron para nosotros su vida y su obra, y nos permite reflexionar sobre lo que ha significado su poesía en nuestra generación.

Conocí a Blanca una tarde de agosto de 1948, en la Peña Pancho Fierro, adonde solíamos acudir para conversar con José María Arguedas, verlo cantar huaynos; admirar las colecciones de las hermanas Bustamante y comentar la actividad teatral que había desarrollado Margarita Xirgu. Ahí en la peña nos juntábamos Sebastián Salazar Bondy, Jorge Eielson, Gody Szyszlo y, una que otra vez, los pintores Julia Codesido y Ricardo Grau.

Blanca no era pródiga en hablar, pero cuando lo hacía mostraba cómo se podía ser profundo sin prodigarse verbalmente. Entonces sólo hablábamos de lo que leíamos y sobre todo de lo que se publicaba en Las Moradas, la revista que dirigía Emilio Adolfo Westphalen.

Fue el viaje al extranjero que nos reveló una Blanca, con definido perfil y voz firme. Lo confirmó el hecho de que Octavio Paz prologara su primer libro. Ese puerto existe anunciaba también la existencia real y viva de una poeta que daría al Perú puesto seguro en la poesía americana. Poeta de claro perfil, anunció desde la hora inicial la línea de su horizonte poético; lenguaje alerta para la significación precisa, sin concesiones; sintaxis ajustada a la buena sazón y, sobre todo, claridad de la imagen, pulcritud para convocar a la imaginación sin alardes verbales.

me sobrevivirán aguja, vaso piedra
hormigas afanosas
me sobrevivirán
donde yo deje de estar pasará la sombra del sol
y medias palabras de boca a boca
y tejerán sin mí aliento sinsentidos.
(Concierto animal, 1999)

Su poesía nos enseña a comprender que el mundo en que vivimos lo compartimos con la naturaleza, y forma parte de nuestra vida, la explica, la integra.

estamos vivos,
quién lo duda,
el laurel, el ave, el agua
y yo,
que miro y tengo sed.
(Alba, Luz del día, 1963)

Recatada en el gesto y en la voz, Blanca le asignó peso poético y carácter magistral a su prosa, que guarda siempre el grave peso de una secreta y constante actitud filósofa.

“Hasta la desesperación requiere un cierto orden. Si pongo
un número contra un muro y lo ametrallo soy un individuo
responsable. Le he quitado un elemento peligroso a la realidad.
No me queda entonces sino asumir lo que queda: el
mundo con un número menos”.
(Del orden de las cosas. Luz del día, 1963)

En el último número de “Libros & Artes” (30-31), la revista de la Biblioteca Nacional del Perú, Marcos Martos dedica un valioso artículo sobre algunos aspectos de la obra de Blanca. Destaco sobre todo el contraste entre su primer texto, Puerto Supe, y algunos textos posteriores, sobre todo Vals del Angelus que integra un libro de 1971. Buen modelo de prosa:

“Mira mi piel de santa envejecida al paso
de tu aliento, mira el tambor estéril de mi vientre
que sólo conoce el ritmo de la angustia, el golpe
sordo de tu vientre que hace silbar al prisionero,
al feto, a la mentira”.

Blanca ha sido la poeta más importante de todo nuestro continente en el siglo XX. Se publica su primera recopilación, en México, Canto Villano, en 1986. Nos dejó la convicción de que siempre ganaba en ella la poesía de la ansiedad. Una ansiedad que había penetrado en su lenguaje y lo había consustanciado consigo misma. En Strip tease leemos:

"quítate la piel
las tripas los ojos
y ponte un alma
si la encuentras".

Fuente: PuntoEduWeb (PUCP)
Foto: El Comercio

domingo, 15 de marzo de 2009

Las cosas que digo también son ciertas... Blanca Varela en mi memoria




Hoy, 12 de marzo, es inevitablemente un día triste. Ni el sol de otoño, ni la serenidad interior, ni la sonrisa de la mujer que amo han podido evitarlo. Hoy ha muerto la que a mi juicio era el poeta vivo más importante en lengua hispana, además de una escritora que siempre me fue demasiado próxima ― amiga, amada, hermana. Hoy ha muerto Blanca Varela.

Conocí a Blanca casi por casualidad como se suele encontrar todo lo bueno de la vida― allá por septiembre de 1998. Me había escapado del colegio, como hacía a veces para encontrarme con un helado, una película o una chica (o las tres juntas). Pero esta vez había decidido meterme de lleno, con uniforme y mochila, en un encuentro mundial de poetas que organizó Jorge Cornejo Polar en la Universidad de Lima. Fue maravilloso. Desde que mi hermana mayor me leía poemas, cuando yo ni sabía leer pero ya aprendía a memorizarlos, hasta entonces, nunca había tenido un contacto tan directo con tanta y tan buena poesía. Allí me deslumbraron, entre los extranjeros, el chileno Gonzalo Rojas ("Juro que esta mujer me ha partido los sesos, / porque ella sale y entra como una bala loca...") y el ecuatoriano Jorge Enrique Adoum ("No es fácil injertarse en ti, ísima mía. / Me doy cuenta de que fue risa y no tos / lo que te dije, y debo despensar las cosas..."), a quienes no conocía. De los peruanos, yo sólo esperaba a Blanca, pero la noticia era que no iría. Por eso fue una sorpresa y una casualidad verla de pronto, poco antes de su turno de lectura, sentada junto a una amiga en unas butacas por la mitad del auditorio. Nadie se le acercaba. Hasta ahora no puedo olvidar el aura que la rodeaba: esa fuerza solemne y esa cierta melancolía, tras la cual aparecía ella, deslumbrante para mí, como una mujer refinada a causa de su sencillez. "No era una mujer, sino una aparición", hubiese dicho Truffaut. Me le acerqué cuidadosamente, como el niño curioso y tímido que era que sigo siendo―. O quizás como un cazador furtivo. Yo interrumpí su conversación...

Interior. Auditorio grande llenándose de a pocos. Gente por todos lados caminando o conversando en grupos, a pie y sentados. Todo el mundo habla a la vez, algunos animadamente; otros patéticamente, para mostrar que son poetas. Tarde, casi noche. Luces cálidas encendidas.

Blanca, con un suéter beige un poco más oscuro que el del pantalón, con el que hace juego, y con una blusa blanca de cortes redondeados, bastante tradicional, está sentada con las piernas cruzadas y con los dedos de la mano izquierda sostiene (o acaricia) su mentón. Habla con una mujer que está vestida con mucha mayor ostentación y maquillaje, con una larga falda negra y sombrero de ala ancha también negro. No hay gente alrededor de ellas. La cámara, que es la mirada de Arturo, se enfoca solamente en Blanca y, dejando casi fuera de campo a su amiga, se le acerca muy lentamente, esquivando a las personas que se le cruzan pero sin desviar su atención. Llega finalmente donde ellas. Blanca gira levemente la cabeza sin dejar de hablarle a su amiga y luego calla. La música de ambiente, que apenas se percibía, deja de sonar. La cámara gira y él entra en campo mientras su voz se escucha, muy suave al inicio y con mayor convicción después:

Arturo: Buenas tardes, disculpe que la moleste.
Blanca: No te preocupes.
Arturo (con seriedad, primero, y con una sonrisa nerviosa al final): Quería decirle que aprecio muchísimo su poesía, que me toca siempre muy hondamente, que en verdad la admiro y hasta la envidio un poco...
Blanca (cordialmente): Muchas gracias, eres muy amable.
La otra mujer (exageradamente): ¡Qué lindo, quiere un autógrafo!
Arturo (ignorando a la mujer, le extiende a Blanca un libro abierto y una pluma): ¿Puedo pedirle, por favor, que me dedique estos poemas suyos?
Blanca: Claro, con mucho gusto. Lo toma, le pregunta su nombre y escribe unas líneas. Se lo devuelve cerrado.
Arturo (emocionado hasta el extremo, sin ocultarlo): ¡Muchísimas gracias, en verdad!
Blanca (sin perder su sobriedad pero con una sonrisa amable): Gracias a ti.


Ella vuelve a su posición anterior, exactamente tal cual. La música vuelve a sonar suavemente y él sigue su camino mientras emocionado abre el libro, donde están la pluma y la dedicatoria. Él la lee lentamente, como si no lo creyese, y luego la repite mientras su voz se pierde con la música de Jazz:



Algunos años después, oyéndome hablar de ella, aún enamorado, fascinado por su voz, Luis Jaime Cisneros se ofreció a presentármela para que pudiese hacerle las preguntas que me invadían por entonces sobre la creación poética y sobre mi propia poesía; pero al poco tiempo ella enfermó. Por esos días, Luis Jaime le comunicó la decisión de la Academia Peruana de la Lengua de incorporarla; pero ella, renuente como casi siempre a los reconocimientos, no aceptó. Él mismo me comentó que la muerte de su hijo, el menor, le había afectado severamente y que éste fue un dolor del que ella nunca pudo recuperarse, somatizándolo más bien con crudeza cada vez mayor. Comprendí entonces que Blanca había perdido ese frágil equilibrio en el que necesariamente se mueve todo verdadero poeta. Había caído en el abismo silencioso que existe a causa de una intensa fortaleza y una no menos intensa fragilidad. La sensibilidad creadora se alimenta de esos abismos que, como afirmaba Hölderlin, ni un dios podría soportar, sino solamente un hombre, pero no uno cualquiera, sino el hombre que habita poéticamente porque es aquél el que se entrega a su ser abismado. Pero el poeta, como Hölderlin, es a final de cuentas tan frágil como su condición humana le permite, y a veces tampoco él soporta y se sume en el silencio. Eso le pasó a Blanca. Como a Orfeo después de perder para siempre a Eurídice, personalmente no le quedaban más cantos; pero su antigua música perduró en mí sin perder su fuerza. Y no sólo en mí. El tiempo no ha hecho sino confirmar en todas partes la altura y la intensidad de la voz de Blanca. Ese poder que transmite su franqueza elemental, su rehuir a todo "preciosismo bienvestido", su quejarse "de la mala manera", su gusto y su disgusto esenciales por la vida reflexivamente asumida, su economía verbal, su resistencia... en una palabra, su bella humanidad.

Luego de escribir estas líneas, pienso que no será más un día triste. Blanca nos seguirá llevando a esos puertos que definitivamente existen: aquellos que nos ponen cara a cara frente a la vida. Los ecos de su voz directa y verdadera, como las olas del mar, cantan dentro, muy dentro de mí.



jueves, 12 de marzo de 2009

Blanca Varela (1926-2009)


Blanca Varela, una de las voces más importantes dentro de la poesía hispanoamericana, ha muerto hoy jueves a sus 82 años. A continuación, en su memoria, dejo un video suyo recitando el poema "Canto villano" y un muy bello discurso escrito hace unos años por una de sus nietas.



En honor de Blanca Varela

Discurso leído en Madrid por Camila de Szyszlo en la ceremonia de entrega del Premio de Poesía Reina Sofía a su abuela, la poeta Blanca Varela.

Majestad:
Mi nombre es Camila de Szyszlo. Soy nieta de Blanca Varela e hija de su hijo menor Lorenzo de Szyszlo Varela. Vengo a Madrid con mi hermana, Sabina, a recoger el Decimosexto Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana con el cual la obra de Blanca ha sido honrada y a agradecer desde lo más profundo de nuestros corazones a usted, a los miembros del jurado y a las dos instituciones que promueven este galardón: Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca.

En mi lugar esta noche inolvidable deberían estar, en primera instancia, Blanca, y, en segunda, Lorenzo. Pero permítame explicarle por qué esto no es posible.

Van a ser doce años ya que la noche de un absurdo 29 de febrero Lorenzo perdió la vida en un accidente aéreo. Él era -él es- el adolescente del «talón estrecho de arcángel» del poema «Casa de cuervos» y, como Blanca, él era -él es- bueno, bello y verdadero. Ambos tenían un espíritu muy libre, una mente muy lúcida y un ingenio muy agudo: un humor de brillantísima negrura en realidad. Nuestra abuela y nuestro padre se parecían -se parecen- muchísimo.

Porque no me corresponde, Majestad, no hablaré de la trayectoria literaria de Blanca. Hablaré en cambio de los recuerdos más vivos que de ella tengo y que se remontan a cuando yo tenía nueve años, antes de que Lorenzo se fuera al cielo «en avión», como nos contaron a Sabina y a mí, y antes de que Blanca, sublevada contra el destino, atravesada por el dolor más grande del mundo, se fuera sumiendo en un silencio deliberado que con los años ha llegado a convertirse en una condición fisiológica.

Blanca ha perdido el don de la palabra y el de la escritura, pero nosotros hemos ganado, gracias a quienes como usted creen en la poesía, su obra excepcional. La antología Aunque cueste la noche, que Ediciones Universidad de Salamanca y Patrimonio Nacional han sacado a la luz con motivo de esta premiación es un regalo de España al futuro. Ha sido impecablemente editada e introducida por la profesora de la Universidad de Salamanca Eva Guerrero, amiga ya de la familia quien parece conociera y apreciara a Blanca de toda la vida.

Decía que Aunque cueste la noche es un regalo de España al futuro, Majestad, a los nuevos lectores, a los nuevos escritores, a esos jóvenes a quienes Blanca respeta y admira tanto, a esos niños a quienes alucina como me alucinaba a mí cuando, en su casa, en su cocina, la buena Yolanda me alimentaba mientras Blanca, podría apostarlo, tomaba una servilleta de papel y escribía en ella «niño come llorando/ llora comiendo niño/ en animal concierto/ el placer y el dolor/ hacen al ángel/ a dos carrillos músico».

Cuando mi prima Manuela, mi hermana y yo éramos pequeñas nos preguntábamos por qué Blanca nos trataba como si fuéramos grandes. Jamás nos regaló una muñeca o un osito de felpa. Jamás algo que fuera de color rosado. Prefería para nosotras la reproducción de algún objeto minúsculo del Museo Metropolitano de Nueva York o alguna prenda de vestir como las que ella usa. Quizá tampoco le gustaban los bucles o los lazos. Una tarde nos devolvió a casa con un corte de pelo que correspondía más bien al de un chico, como el de Vicente, su hijo mayor, o el de Lorenzo antes de dejárselos crecer hasta los hombros.

Ella tiene una forma muy igualitaria, muy democrática de tratar a los niños y a los jóvenes. Será que, de pequeña, tuvo que ser grande. Una vida de dificultades y carencias hicieron que leyera, escribiera, estudiara y trabajara antes de tiempo. Se exigió mucho a sí misma y les exigió mucho a los demás. Debe de ser por eso que yo, que me he decidido por la literatura, hasta ahora no haya tenido el coraje de confesárselo. Lo hago ahora, ante usted, Majestad. Y prometo no hacerle nunca a nadie lo que Vicente y Lorenzo le hacían a Blanca en cuanto se iba a la calle: corrían a la máquina de escribir y en la carilla en la que había dejado un poema a medio escribir aumentaban una o dos líneas. Cuando ella volvía se preguntaba estupefacta: «¿Es posible que yo haya escrito esto?».

Pareciera que a Blanca le gustan las cosas que a Blanca no le debieran gustar. Desde los buenos partidos de fútbol hasta las telenovelas brasileñas, desde las canciones de Andrés Calamaro hasta las de Bob Dylan, desde las películas de suspenso hasta la lectura de cuanta revista o receta se le pase por delante, desde los zapatos con las puntas de charol que hasta ahora usa hasta el vino tinto que ya no bebe más, desde las extensas y desiertas playas del Perú donde concibió El libro de barro hasta el estrecho clóset donde escribió la mayoría de sus poemas.

El semblante de Blanca nos sigue revelando a la mujer curiosa, incrédula, y las poquísimas palabras que de vez en cuando pronuncia nos dicen toda la verdad. Recuerdo con emoción su respuesta cuando le fue anunciado el Reina Sofía, el mismo día en el que Vicente recibía en su nombre, en Granada, el Federico García Lorca: «Feliz, feliz. Segura, segura.», como si la felicidad pudiera todavía tocarla, como si la seguridad pudiera todavía abrazarla y susurrarle que su poesía es inmensa, que ella es inmensa. Insospechadamente tímida, reacia a la figuración y a la notoriedad, contraria a dar y a recibir lisonjas, estoy convencida de que Blanca hubiera añadido un auténtico «pero no lo merezco», a pesar de que todos sabemos que sí.

Qué contenta hubiera estado Blanca estos días en Madrid, Majestad. Su hermana Nelly, presente esta noche, vive aquí desde hace muchos años. Durante todo este tiempo hasta hace muy poco Blanca aprovechó para pasar en esta ciudad uno o dos meses cada año. Volvía a Lima renovada, radiante, llena de regalos para sus nietas: alpargatas de todos los colores, camisetas con estampados de Joan Miró, alhajitas como las de las meninas. Ella tiene en Madrid, en toda España en realidad, muchos amigos, viejos y nuevos, vivos y muertos, dos de los cuales, José Ángel Valente y Antonio Gamoneda, la han precedido en este premio.

Pero el amigo más entrañable de todos, me acaban de contar, podría ser el inquietante e inefable perro de Francisco de Goya y Lucientes que alberga el Museo Nacional del Prado. ¡Cómo insistió Blanca ante el Fondo de Cultura Econónica de México para que este personaje apareciera en la carátula de su antología Canto villano! Me pregunto cuántas veces se habrá sentido ella como este amigo que no sé si se está hundiendo o si se está elevando: sola, desamparada. Qué extraña coincidencia. Hace dos años estuve aquí en Madrid y, de todo lo que vi, lo que más me impactó fue esta criatura envuelta en la nada. Me compré una pequeña copia de esta pintura que he pegado en mi habitación. Este perro también es mi amigo, y más querido aún después de lo que ahora sé.

No quiero terminar, Majestad, sin mencionar a alguien que estoy segura la propia Blanca hubiera mencionado en esta ocasión tan especial: a su gran amigo el dramaturgo, poeta, periodista y promotor cultural Sebastián Salazar Bondy. Fue gracias a las conversaciones, las lecturas y las amistades que él compartió con Blanca que ella pasó de la poesía juvenil a la adulta. Fue a través de él que Blanca conoció a dos héroes de la literatura peruana: José María Arguedas y Emilio Adolfo Westphalen, sus más importantes influencias literarias aparte, por supuesto, del mexicano Octavio Paz. Fue en torno a él que se desarrolló la llamada Generación del 50, grupo de insatisfechos y audaces que no solo modernizaron la poesía, el cuento, la novela y la crítica, sino también las artes plásticas en el Perú. Y, sobre todo, fue Sebastián quien presentó a Blanca al pintor Fernando de Szyszlo, nuestro abuelo, con quien tuvo a Vicente y a Lorenzo, sin quienes nuestras madres no nos hubieran tenido a Manuela, a Sabina, a Fernanda, a Aurelia o a mí. ¡Cómo quisiéramos haber sacado siquiera su mirada, sus manos o su gracia!

Y tampoco quiero terminar sin mencionar que es España el país que más ha publicado la obra de Blanca en los últimos años. De los once libros que han aparecido desde 1993, seis se editaron en este país que la acoge desde siempre. España quiere a Blanca y esto es algo que nos llena de emoción y de gratitud infinitas. Es usted muy amable, Majestad, en haberme permitido estar aquí esta noche tomando el lugar de una mujer y una poeta de verdad esencial: Blanca Varela. Muchas gracias.

Camila de Szyszlo.
Madrid, 14 de noviembre de 2007

domingo, 8 de marzo de 2009

Ni arte ni parte (Y se hizo la comedia...)


A fines del año pasado inicié la publicación de algunas notas en este blog dedicado a la filosofía del arte en general, y a la filosofía de la música en particular. A la fecha, éste ha tenido ya alrededor de mil visitantes. Aprovecho pues la ocasión para agradecer a los lectores que desde distintos países (véase mapa), especialmente desde España, lo han visitado. Gracias también a quienes me han escrito en los últimos días animándome a mantener activa la publicación. En la medida de lo posible, es decir, por lo menos una vez por semana trataré que tenga siempre nuevos contenidos. A la vez quiero animarles a escribir siempre sus comentarios y sugerencias, o a plantear sus temas de interés o de discusiones posibles.

(Procedencia de algunos de los últimos visitantes)

Quisiera para la ocasión abrir una categoría de caricaturas, especialmente de caricaturas musicales. Y qué mejor que empezar con el maestro Quino. Aunque el arte es un tema recurrente en sus viñetas, el libro que aquí anoto es una breve compilación bastante genial y divertida. La comedia, a través de lo irrisorio, representa una actitud escéptica y estética frente a la vida con la que, personalmente al menos, me siento muy identificado. Ironía, juego, absurdo, risa, buen gusto, crítica (y autocrítica), ilusión, anarquismo, asombro... todo ello y más va junto en el arte cómico, que nos dice una y otra vez que no hay nada tan serio ni trágico en nuestra existencia como para perder el goce de la vida tal cual nos llega en cada instante, ese dejarse invadir por sus fuerzas elementales -incluso aquellas melancólicas- con serena jovialidad. Y en eso, creo que mi generación le debe muchísimo a Joaquín Lavado, más conocido simplemente como "Quino", tanto por las esperadísimas tiras de su Mafalda, como por las demás caricaturas que ha seguido creando en todos estos años. Sin más, los dejo con algunas de las caricaturas que pueden encontrar en este libro y con la referencia al final, como es ya costumbre en este aún muy pequeño espacio.


Quino, Ni arte ni parte, Barcelona: Lumen, 2001.

martes, 3 de marzo de 2009

La tragedia continúa...


Del 09 al 13 de marzo próximos la tragedia continúa en el campus de la PUCP. En este caso se trata del ciclo de cine que seguirá al seminario libre que Juan Gonzales y yo hemos dictado en once sesiones y a doble horario sobre la tragedia antigua, la tragedia moderna, la visión cómica de Aristófanes y algunas de las más importantes lecturas filosóficas sobre la esencia de lo trágico.

El ciclo de cine está pensado para examinar, no sólo con los participantes del seminario, sino con todo el público interesado, la presencia de verdaderos dramas trágicos en el arte cinematográfico. Para ello se ha elegido cinco distintos melodramas, de cinco destacados cineastas. Evidentemente, toda elección suponía dejar de lado a otros directores importantes, entre los cuales quizá valdría la pena mencionar a Clint Eastwood, uno de los que más brillantemente ha desarrollado lo trágico en películas como Río Místico o La Campeona (A Million Dollar Baby), entre muchas otras. De todos modos, seguramente se hablará también de ellos en los diálogos que se realizarán después de las proyecciones.

Este ciclo de cine es posible gracias al apoyo que al Grupo Atoq le brindan la Biblioteca Central, el Centro Federado de Estudios Generales Letras, el Departamento de Humanidades y la Filmoteca PUCP. A todas las personas que trabajan en ellos va nuestro especial agradecimiento.

La exhibición y comentario de las películas se realizará en el Auditorio de Humanidades de la PUCP, en el horario siguiente:

Lunes 09, de 3 a 6 p.m.:
Escrito en el viento de Douglas Sirk
Martes 10, de 2 a 5 p.m.:
Sombras de John Cassavettes
Miércoles 11, de 2 a 5 p.m.:
Medea de Pier Paolo Pasolini
Jueves 12, de 3 a 6 p.m.:
Todos nos llamamos Alí de Rainer W. Fassbinder
Viernes 13 de 3 a 6 p.m.:
Por amor o por deseo de Kim Ki-duk

Ingreso libre, previa inscripción a grupoatoq@gmail.com
Capacidad limitada

Están todos cordialmente invitados.