sábado, 30 de abril de 2011

Sábato y la manía de la idea de progreso en el arte


Hoy ha muerto Ernesto Sábato, una de las voces más inteligentes y comprometidas con todo lo humano. No sólo Argentina está de duelo, pero la vida está hecha de esos pequeños silencios que se magnifican cuando se da el último paso. Como los buenos artistas, Sábato tenía muchas máscaras y sueños que ofrecernos. Hoy quiero recordar al Sábato que teoriza sobre el arte oponiéndose a todo tipo de moralismo y coerción con que se le quiera subyugar. Comprendía que no había fuerza más liberadora para el hombre que aquella de la que se nutre el artista. Por eso mismo había que liberar al arte de los límites conceptuales que le son ajenos, que no permiten entender su naturaleza lúdica, dialéctica (aunque no al modo de la mayéutica), polémica. En uno de sus Ensayos (1996) afirma lo siguiente sobre la idea de progreso artístico:

Vanguardia y progreso en el arte

La palabra "vanguardia" se la vincula al progreso. Pero en el arte no lo hay (cf. Collingwood), como lo revela el auge que en el París de comienzos de siglo tuvo el arte de los negros y polinesios. En el arte hay acciones y reacciones. Corsi y ricorsi. Hay dialécticas de escuelas, ciclos, sempiterna lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco, entre bizantinismo y vitalismo entre complicación y simplificación, entre artificio y naturalidad, entre claro y oscuro, entre violencia y serenidad, entre romántico y clásico. Y no sólo hay sucesión sino contraposición de tendencias o escuelas (Quevedo y Góngora).
Piénsese, dicho sea de paso, qué "avanzado" resultó de pronto el arte hierático de Ramsés II frente al mero naturalismo europeo. Pero esto del progreso es una manía invencible. ¿Cuál era el personaje de Proust que suponía mejor a Wagner que a Beethoven, nada más que porque viene después? Pero no estoy seguro ni del personaje (una mujer, me parece) ni de los músicos.


Se ha instalado ya ampliamente entre nosotros la dualidad de lo apolíneo y lo dionisíaco. Quizá sólo sea preciso observar que no es posible un impulso sin el otro, sin el contrario. Ha sido menos trabajada, en esa misma línea, la oposición de arte clásico y romántico como impulsos de vitalismo e idealismo en los dominios del arte. Es más fácil considerarlas como meras sucesiones en la historia. Y Sábato nos sugiere además las oposiciones entre bizantinismo y vitalismo, entre complicación y simplificación, entre naturalidad y artificio, entre serenidad y violencia... Ellas involucran a todo lo humano y, por ende, también a su arte. De enfocarse en un solo extremo de las dualidades o imaginar una entidad intermedia en "lo entre" de las mismas resulta la cobardía suprema de no aceptar la vida como ésta es. Esta cobardía termina llevando, tarde o temprano, a la negación del arte. Sábato lo sabía y por ello no sólo no se permitía una cobardía tal, sino que, consecuentemente, luchó toda su vida contra ella. ¡Que Sábato no descanse! ¡Que sus escritos nos sigan provocando, pues sin diálogo polémico no hay creación!

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