sábado, 28 de noviembre de 2009

El soplo de la vida: 40 años con y sin Arguedas - La dualidad ontológica de la música andina



José María Arguedas canta un carnaval de Tambobamba.

José María Arguedas (1911-1969) es la voz más importante de nuestra literatura. Si Vallejo parte de lo nacional para arribar a la universalidad de lo humano, a su dolor y su promesa congénitos, Arguedas en cambio vuelca esa universalidad a la dualidad constitutiva de la nacionalidad peruana, a sus raíces andina e hispana; confrontándose con ellas como nadie más lo ha hecho, sintiéndolas en la carne y en el alma, al punto de agotar todas sus fuerzas vitales para comprenderlas y transformarlas así en fuerzas constructivas de un horizonte verdaderamente común entre nosotros, uno sin exclusiones pero sabiendo reconocer nuestras diferencias, más allá de vacíos sentimientos patrioteros, y sin ahogarlas en un no menos vacío concepto de mestizaje, tantas veces usado por nuestras elites conservadoras (léase Belaúnde o Riva-Agüero) como falso reflejo de nuestros fundamentos, en actitud cómoda que, como lo ha trabajado Gonzalo Portocarrero*, encubre un pernicioso racismo en una sociedad que se ufana de no serlo más, es decir, de no reconocerlo más. Como bien sabían los griegos trágicos, nada es peor que creer estar sano cuando en realidad se está severamente enfermo. Nosotros nos dejamos llevar por esa aparente calma que tiene nuestra sociedad en la actualidad, pero, como en las obras de Arguedas, debiéramos saber que la calma es sólo el anticipo de los golpes trágicos de la vida. La muerte de Arguedas no puede sino denunciar ese olvido fundamental y recordarnos nuestra frágil condición que se debate entre dos polos, entre dos fuerzas telúricas, entre dos zorros.

Arguedas no sostiene un ficticio ideal de mestizaje, y lo utópico en él no es tampoco fruto de una hipersensibilizada e irreal mirada del Perú, como pretende la ineptitud arrogante de Vargas Llosa**. Lo suyo es más bien la expresión bella y sentida de esa dualidad elemental que no ha sido comprendida aún en su verdadera dimensión, pues, o bien se le ha reducido a un mero conflicto socioeconómico, con lo cual la de Arguedas sería sólo una "literatura comprometida", o bien se le ha tomado como meros transtornos personales, con lo cual no se pasa de la anécdota biográfica. Vargas Llosa se limita a esas miradas superficiales que, por lo demás, caracterizan a toda su obra (Zavalita, por ejemplo, en su mejor novela, ¿qué expresa realmente de la realidad peruana con su sobrestimada frase?). La antropología literaria de Arguedas, en cambio, dice más del Perú que toda la sociología y la antropología hechas hasta ahora entre nosotros. Sus dos zorros son la descripción más próxima de esas fuerzas elementales de la naturaleza y de quienes hemos llegado a ser. Saber lo que representa un zorro en el ande es ya saber mucho más del Perú. Por otro lado, la naturaleza no es la adversaria antimoderna y reaccionaria, sino la madre de todo lo humano (Pachamama). Fuerzas contrapuestas, pólemos que es la lucha pero también el juego de esos zorros. No es que uno esté permanentemente arriba y otro abajo, sino que se alternan en dinámicas complejas cuyas reglas son, precisamente, similares a las de los juegos. Su carácter utópico es símbolo de otro impulso igualmente importante, un impulso armonizador entre dichos opuestos.

En el ámbito musical, el desarrollo actual de la etnomusicología en el Perú en buena parte es posible gracias al esfuerzo recolector de Arguedas. Que él haya comprendido la importancia de nuestra música andina es algo que se condice plenamente con ese conflicto de fuerzas que en él se daba. El huayno expresa por igual, con profundidad inconmensurable, las tristezas y las alegrías del indio peruano. Su alegría es fundamentalmente la picardía de aquel que sabe "meterle diente" a la vida, bailando el carnaval, bebiendo su chicha y robándose por la noche a la mujer esquiva. Su tristeza es, especialmente, el desarraigo propio de estar sobre la tierra y no más bien confundido con ella, además del extrañamiento producido desde la conquista española con ese abrupto encuentro. Debe ser porque soy peruano, pero yo no encuentro sensibilidad musical más desgarradora que la tristeza del huayno. Ni el fado ni el tango pueden hacerme estremecer igual. Es, por lo mismo, el único tipo de música que me genera un miedo así, desde las entrañas, por una melancolía que no se puede controlar. Quizá eso sentía Arguedas, aunque a veces estremecerse de ese modo es también un alivio provisorio.

El suicidio de Arguedas es parte de la tragedia nacional de la que nos falta ser conscientes. Fue la opción urgente que tomó para suprimir el dolor que lo agotaba y unirse con la tierra que lo llamaba desde siempre. Por ello, su aniversario es la ocasión precisa para la celebración que le organiza la Pontificia Universidad Católica del Perú, a través de dos mesas redondas bajo el nombre: “El soplo de la vida”. A los cuarenta años de la muerte de José María Arguedas. El programa es el siguiente:

Martes 1 de diciembre
Auditorio de la Facultad de Ciencias Sociales, campus de la PUCP

6:00 p.m. Mesa redonda: Gonzalo Portocarrero, Carmen María Pinilla, Cecilia Rivera y Sinesio López

7:30 p.m. Proyección del video “Arguedas: Hermano compañero, compañero de sangre", de Rómulo Franco (2006, 39 min.). Presentación del video por el director.


Miércoles 2 de diciembre
Auditorio de Humanidades, campus de la PUCP

6:00 p.m. Mesa redonda: Jorge Bruce, Alonso Cueto, Carla Sagástegui y Federico Camino

7:30 p.m. “Conferencia sonora” bajo la dirección de la magíster María Rosa Salas, con la participación de instrumentistas del Conservatorio Nacional de Música. Presentación de María Rosa Salas.
El ingreso es libre, previa inscripción en la página Web del Centro de Estudios Filosóficos de la PUCP.

* Portocarrero, Gonzalo, Racismo y mestizaje y otros ensayos, Lima: Fondo Editorial del Congreso del Perú, 2007.
** Vargas Llosa, Mario, La utopía arcaica: José María Arguedas y las ficciones del indigenismo, México: Fondo de Cultura Económica, 1996.

2 comentarios:

  1. ese abstracto indio peruano que todos hablan pero nadie se reconoce, ahora
    ya no escuhca wayno sino chicha perreo y salsa y ve lady gaga como esta definido
    necesitamso otro arguedas para que entoiende a este nuevo indio y tenga paz y se reconosca como tal pere esteticamnet agradable que este feliz ocn su cuerpo y se acepte, es un probelam estetico no lo se
    pero si peru neceita una identidad esteticamente orgullosa

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  2. Creo que el problema de la autoestima peruana tiene otras causas complejas distintas a la estética, pero sí es cierto que una determinada estética entra en juego para mostrar sólo el lado claro, agradable y bello de realidades que detrás de eso son oscuras, desagradables (o estéticamente exigentes) y feas. Arguedas buscó mostrarnos esos conflictos que se ocultaban y se siguen ocultando en ideas abstractas, también como la de mestizaje. Ahora bien, eso no debiera llevarnos a purismos que coactan las experiencias estéticas que siempre terminan venciendo esos límites y fusionando diversas influencias.

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