jueves, 5 de noviembre de 2009

Brel en Lima


Sumamente colorido e irónico, sentimental y corrosivo, Jacques Brel es con toda seguridad el compositor más importante de la canción popular francesa. Era ante todo un hombre libre, un hombre que sabía disfrutar de la vida aunque arrojándose también a los sentimientos más desoladores y detestando las comodidades de la vacía y cobarde vida burguesa. Esa honestidad -entendida como expresión casi natural de sí mismo y de lo que conocía- sumada a una poesía plena de imágenes bellas, hacen de Brel un genio musical implacable.

Al escucharlo cantar Ne me quitte pas por primera vez en 1959, Edith Piaf dijo: "un hombre no debería cantar cosas así". Y es cierto, un hombre no sólo no debería cantar cosas así, sino que no debería rebajarse tanto por amor; pero la fuerza del amor consiste también en su capacidad para someternos por completo a un otro, incluso a un otro que no nos ama... Brel no quería hacer una canción de amor, sino un retrato de un hombre así de degradado...

Ne me quitte pas. / Je ne vais plus pleurer. / Je ne vais plus parler. / Je me cacherai là, / À te regarder / Danser et sourire, / Et à t'écouter / Chanter et puis rire. / Laisse-moi devenir / L'ombre de ton ombre, / L'ombre de ta main, / L'ombre de ton chien.

No me dejes. / No quiero llorar más. / No voy a hablar más. / Me esconderé allá, / para mirarte / bailar y sonreír, / y para escucharte / cantar y luego reír. / Deja que me convierta / en la sombra de tu sombra, / la sombra de tu mano, / la sombra de tu perro.
Difícilmente un amor tan sumiso podría ser asimismo tan bello y conmovedor como lo es en esta canción, sobre todo si se piensa que la naturaleza del amor es más bien volátil y siempre libre. Pero ese lado oscuro de la naturaleza humana no puede ser desestimado, y eso es lo que precisamente hacía Brel: sus canciones nos hablan, no sin poesía, también de lo feo y lo degradante. El "abad Brel" -como lo apodó Brassens por su apariencia cuando llegó a París- había dejado la comodidad de su vida en Bélgica, bajo el amparo de su padre y junto a su esposa e hijos, para entregarse de lleno a la música. Esa libertad le daba la autoridad para decir de la vida burguesa:

La bêtise, c'est de la paresse. La bêtise, c'est un mec qui vit et qui se dit, ça me suffit. Je vis, je vais bien, ça suffit. C'est celui qui ne se botte pas le cul tous les matins en se disant, c'est pas assez, tu ne sais pas assez de choses, tu ne vois pas assez de choses. Une espèce de graisse autour du coeur et autour du cerveau.

La idiotez es simplemente pereza. La idiotez es un tío que vive y se dice: ya tengo suficiente. Vivo, me va bien, es suficiente. Es ése que no mueve el culo todas las mañanas que no se dice a sí mismo que no es suficiente, tú no sabes suficientes cosas, tú no has visto suficientes cosas. La idiotez es una especie de capa grasa alrededor del corazón y del cerebro.
Por otro lado, sus interpretaciones eran no menos importantes que sus composiciones. Pocos podrían dotar a esas letras de la fuerza expresiva y esa entrega total que él les colocaba. Aquí lo tenemos justamente en 1959 cantando Ne me quitte pas...



A pesar de todo ello y del éxito logrado, en 1967 decidió dejar la música. Sentía que empezaba a engañar y no podía permitirse eso. Pero la música en él era demasiado fuerte, por lo cual volvió en 1977 a grabar un último disco, uno de los mejores, estando ya bastante abatido por el cáncer de pulmón que lo afectaba. Volvió a la Polinesia francesa, el lugar donde había decidido descansar, como lo hiciera Paul Gauguin. Le gustaba ese lugar donde las personas
Hablan de la muerte como tú hablas de una fruta. / Observan el mar como tú miras un pozo. / Las mujeres son lascivas al sol temible. / Y aunque aquí no hay invierno, esto tampoco es el verano... / En Las Marquesas...
Murió poco después, en Parìs, el 9 de octubre de 1978, dejando una vasta obra que cubría lo más simple y diverso de la vida humana. Había cantado del amor, de la muerte, de la sociedad, de Dios, de la amistad, de Rosa, de la niñez, de la primavera, del aburrimiento, de Jaurès (el líder socialista), de los animales que son casi humanos y de los hombres que se comportan como animales, del amor, de Madeleine, de la vejez, de los drogadictos y las prostitutas, de los flamencos, de Mathilde, de la guerra, de los nombres de Parìs y los movimientos de Amsterdam, de la sabidurìa y la idiotez, de Clara, de los amantes, del amor...

Treinta años después de la muerte de Brel, en el 2008, Marcela Pardòn y Bruno Odar se encargaron de poner en escena un musical con un buen número de sus temas, el mismo que ha sido repuesto este año que se conmemoran los ochenta años de su nacimiento, siempre bajo la dirección de Alberto Ísola.

El musical repasa las vicisitudes en la vida de una persona utilizando 22 temas de Brel. Aunque poco original, la sencilla idea es funcional por la naturaleza de los temas, pero la interpretación de Pardón es quizá demasiado elegante para aquellos momentos en los que se requiere un mayor apasionamiento. Por su parte, Odar le aporta un afortunado histrionismo, pero su canto y su francés no están al mismo nivel y la obra pierde así también en emotividad, como igualmente sucede cuando se traducen algunos temas al español (con lo que se sacrifica belleza y juegos propios del francés en aras de la comprensión de las letras por quienes no conocen el idioma). No obstante, es siempre grato tener en vivo una buena dosis de Brel. Es muy probable que entre esos temas, más allá de la historia que se escenifica, encontremos el más fiel reflejo de nosotros mismos.

La temporada va del 28 de octubre hasta fines de diciembre.
Lugar: Auditorio de la Municipalidad de San Isidro. Calle La República 455, El Olivar.
Funciones: Miércoles a las 7:30 p.m.
Entrada: S/. 25 general y S/. 15 estudiantes y jubilados, a la venta en Tu Entrada.

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