- Helicón: Si, tu ausencia se ha prolongado mucho.
- Caligula: Era difícil de encontrar.
- Helicón: ¿El que?
- Caligula: Lo que yo quería.
- Helicón: ¿Y que es lo que querías?
- Caligula: La luna.
- Helicón: ¿Qué?
- Caligula: Sí, quería la luna.
- Helicón: ¡Ah!... Y, ¿ya esta todo resuelto?
- Caligula: No, no he podido conseguirla.
- Helicón: ¡Que lastima!
- Caligula: Si, por eso estoy tan cansado... Helicón...
- Helicón: ¿Sí, Cayo?
- Caligula: Piensas que estoy loco.
- Helicón: De sobra sabes que yo no pienso nunca. Soy demasiado inteligente para pensar.
- Caligula: Sí. Pero yo no estoy loco, y aun más: nunca he sido tan razonable como ahora. Simplemente sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.
O el diálogo del mismo con Quereas:
- Caligula: Yo creo que todas son equivalentes.
- Quereas: Lo sé, Cayo, y por eso no te odio. Pero eres molesto y tienes que desaparecer.
Más allá de esa palidez general, destacó la interpretación de Sandro Cordero como Calígula. La música, por su parte, fue acertada por la fuerza elemental que transmite la percusión, pero, frente a ello y al minimalismo escénico, la balada cantada luego del intermedio y la coreografía que le acompañó fueron totalmente inoportunas, incomprensibles y desagradables.
Con todo, fue una buena ocasión para ver esta magnífica obra llevada a escena de una manera lo suficientemente satisfactoria como para disfrutarla.