miércoles, 13 de julio de 2011

¿Y para qué fenomenólogos?




Si aún se está lejos de comprender la importancia "kantiana" de la fenomenología respecto al arte, ¿cuánto más lejos no se estará de comprender su tarea fundamental? Ya ni siquiera la fenomenología de Hegel, sino puro hegelianismo mediocre ("posmoderno") hay en nuestro mundo del arte. Y sin embargo abunda la "crítica", esa contemplación autoindulgente y verdaderamente inútil de quienes nunca supieron cómo llegar a ser artistas... ¿Y su ignorancia quiere ser aleccionadora?

Cuando las teorías estéticas están dominadas por la cuestión acerca de lo que es el arte, el resultado es siempre un historicismo o un sociologismo demasiado sosos. Allí hace falta dar el giro hacia la subjetividad para invertir la tradicional pregunta por la naturaleza del arte, de modo tal que volvamos a las experiencias mismas en las que se va constituyendo lo que podemos considerar artístico. Una vez hecho esto, puede por fin desenvolverse la fenomenología en su tarea propia: recorrer todas las valoraciones; esto es, hacerse de ellas. Mientras el teórico ciñe con fórmulas bien aprendidas lo valioso del arte, el fenomenólogo está llamado a liberarlo de esas ataduras, transfigurarlo, hacerse él mismo un artista. Porque abre más de dos ojos, muchos más, puede abrir también nuevos horizontes y surcar nuevos mares.

Caspar David Friedrich, En el velero (Auf dem Segler, 1818)

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