domingo, 18 de septiembre de 2016

"...como el girasol se vuelve hacia el sol". Pietro Bembo y Lucrecia Borgia


En la Biblioteca Ambrosiana de Milán se encuentra un códice manuscrito que consta de doce poemas españoles y nueve cartas. A los ojos de un lector contemporáneo, el nombre de su compilador, el cardenal Pietro Bembo, puede pasarle desapercibido, aunque seguramente no el de su famosa inspiradora: Lucrecia Borgia. Sin embargo, Bembo era el poeta más destacado de su tiempo (cuyo influjo en España se evidencia incluso en Garcilaso) y el códice es el testimonio material que éste conservó de su intenso amor espiritual por la bella duquesa que vestía a la usanza española, que ataba con finas cintas sus cabellos dorados como el sol, y que expresaba sus opiniones con la elegancia y la convicción que le daban su sangre ibérica, su formación clásica y el ser ávida lectora de Petrarca, Dante o Bruni.

Detalle de un supuesto retrato de Lucrecia Borgia por Bartolomeo Véneto.

Ferrara fue el lugar donde floreció este amor que hablaba en la versificación de Petrarca y en el lenguaje alegórico del neoplatonismo, pues Lucrecia, apartada ya de las intrigas romanas de su padre y hermano, había iniciado allí el período más estable de su corta vida junto al duque Alfonso d'Este. En una de las cartas, Bembo le escribe: "Cada día halla usted, con ingeniosa invención, la manera de avivar mi fuego, como lo ha hecho hoy con la cinta que orlaba vuestra lucidísima frente". Estas palabras muestran con claridad la admiración intelectual del joven poeta, pero también cómo la belleza material, siguiendo la escala del Simposio platónico, puede servir de aliciente para el ascenso del espíritu por obra del amor y la virtud.

La descripción poética de tal ascenso se encuentra en Gli Asolani (Los asolanos), libro que Pietro dedicó a Lucrecia. Con la forma del diálogo y con personajes arquetípicos, tal como era usual en la tradición hermética, Bembo desarrollaba la teoría platónica del amor en la corte de la reina de Chipre (esto es, en los dominios de Afrodita), en la villa de Asol, durante tres jornadas que siguen a la boda de una de sus doncellas. Luego de la cena nupcial, aparecen dos mujeres que cantan con el laúd a dos tipos contrapuestos de amor: el que inflige tormentos y el que proporciona gozos. Insatisfecha, la reina llama a una tercera mujer que opaca a las anteriores y que canta, con ayuda de una vihuela, al amor glorioso cuya virtud consiste en conducir al hombre, por encima de placeres y aflicciones, al "siglo antiguo y dorado"; es decir, a su estado primordial: su origen divino.

Rafael, Retrato de Pietro Bembo (c. 1506).

En oposición a los seguidores de Erasmo, que proponían el perfeccionamiento del latín a través de fuentes eclécticas, Bembo defendía la imitatio bajo el modelo de un único señor: Cicerón. Tan fuerte era su platonismo, que buscó siempre un único ideal de perfección en todo orden de cosas. En lengua vulgar, sus modelos eran Petrarca para la poesía y Boccaccio para la prosa. Lo mismo en el amor: aunque hubo varias mujeres en su vida, incluyendo a Faustina della Morosina, la madre de sus tres hijos, sólo una pudo arrebatar su corazón al punto de convertirse en su amor platónico; es decir, si no se entiende esto banalmente, como la mediadora de su más plena elevación espiritual hacia la perfección de su alma. Esta única madonna fue Lucrecia. Junto a la compilación de cartas y poemas, un rubio mechón era la más dulce prenda que ella le había otorgado y que él conservó como platónico símbolo del sol al que le dirigía su amor. Pensando seguramente en ese sol visible, que era Lucrecia, Pietro Bembo escribió:

"... yo siempre me vuelvo hacia ti, como el girasol se vuelve hacia el sol" (Soneto XXXI).

El simbolismo del girasol aparece también, dos siglos después, entre los Emblems of Love de Philip Ayres (Londres, 1714).


De todas las flores, puede que la rosa tenga la predilección de los místicos, pero ella, con toda su pretensión, no alcanza la intensidad simbólica del girasol para el amor.